Por José María Ortega.
Nada es más fácil que buscar una justificación
para no ir a la huelga, huelga como la que hicimos unos millones mientras que
los demás miraban el pasado día 24 de noviembre. La persona con pocos deseos de implicarse en
la lucha por preservar aspectos esenciales de nuestro estado del bienestar
encontrará siempre un amplio abanico de razonamientos enlatados para seguir
siendo un mero espectador de su propia desgracia. Respecto a los argumentos
para no hacer nada, pasa como en un establecimiento de comida basura, que
encuentra uno gran variedad donde elegir, pero una pésima calidad en las
hamburguesas, que diga, en los argumentos:
Quizás el más frecuente es aquel de “no voy a la huelga porque los sindicatos
son una panda de vividores”. Quien utiliza este argumento ha caído en la
trampa de la propaganda malintencionada de ciertos sectores de la derecha, que
no quieren mejorar el sindicalismo, sino directamente cargárselo, para que los
trabajadores y trabajadoras pierdan una de sus últimas defensas frente a la
precariedad y los abusos.
Quien utiliza este argumento ignora cosas tan
importantes como que una huelga general no se hace a favor de los sindicatos y
en contra del gobierno, una huelga se hace para protestar por medidas injustas
que nos están perjudicando a todos, también a los que buscan argumentos
enlatados para no moverse. Seguro que hay algunos vividores que ocupan puestos
en un sindicato ¿y eso que tiene que ver con los que nos movilizamos para que
dejen de atracarnos? Todos conocemos a vividores y vividoras de todos los
oficios, pero parece que deberíamos quemar en la plaza a los sindicalistas
vividores y dejar en paz al resto, que al fin y al cabo forman parte del paisaje,
como aquel que nunca pagó impuestos, el que no se pasa por su trabajo o el que
cierra la oficina una hora antes de lo que corresponde.

Otro argumento, rancio, rancio es que uno no puede permitirse el lujo de perder
un día de salario. Recomiendo a quienes emplean este argumento que saquen
la calculadora y empiecen a calcular cuanto poder adquisitivo han perdido en
sólo cuatro años, entre las bajadas de salarios, los aumentos de impuestos, la
subida de precios y el cobro de ciertos productos anteriormente gratuitos. Y es
que, dejar de luchar para que no te quiten 50 euros es un argumento peregrino,
cuando ya has aguantado que te descuenten varios miles de euros al año.
Hay otro argumento, frecuente entre los autónomos
y pequeños empresarios, quizás uno de los colectivos más machacados por las
decisiones económicas de los últimos dos gobiernos: La huelga no va conmigo, eso es cosa de los obreros, yo soy autónomo.
Cariñosamente, amigo autónomo, amigo comerciante
de la panadería en la que compro o del supermercado de la esquina, tengo que
decirte que creer que la actual huelga no iba contigo es un signo de evidente
ceguera y desinformación, de estar en la inopia. ¿Quién te compra? ¿De quien
necesitas para garantizar la viabilidad del negocio que tanto esfuerzo y dinero
te cuesta?, ¿Crees que es posible que tú mejores mientras la sociedad que te da
vida se hunde? Tus usuarios son muchas de esas personas que padecen la crisis, como
tú, que están tenido que subsistir con menos salario, con más paro, con más impuestos, con riesgo de que los
echen de sus casas. ¿No crees que lo correcto cuando millones de personas lucha
para salvaguardar algo del bienestar que tuvimos es haberte sumado a sus
movilizaciones o al menos haber bajado la persiana para demostrar que todos
estamos jodidos? Amigo comerciante, si no ves cortar las barbas de tu vecino,
tal vez mañana será tarde. Si seguimos así, puede llegar el día en el que abras
tu negocio y no quede apenas nadie a quien venderle tus productos o que lleve un
euro en el bolsillo para tomarse un café. Piénsatelo la próxima vez. Hazte un
favor.
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